jueves, 7 de diciembre de 2023

 

Mensaje de S. E. Rev el Cardenal Michael Czerny,

SJ Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

Con ocasión del Día Mundial de la Pesca

21 de noviembre de 2023

«ECHAD LA RED» (Jn 21,6)

Queridos hermanos y hermanas,

       El trabajo humano es un signo de la inmensa confianza con que Dios nos envuelve en dignidad. En efecto, nos ha hecho


responsables de la creación. Con la Exhortación apostólica Laudate Deum, que se publicó en la misma fecha en la que se celebra la fiesta de san Francisco de Asís y justo ocho años después de la Encíclica Laudato si’, el Santo Padre ha querido despertar nuestra conciencia. El título de ambos documentos expresa el sentimiento de asombro y de alabanza que embarga el alma humana cuando está en una justa relación con las demás criaturas y con su Creador. Muchas veces, lamentablemente, no es así y por eso un grito de dolor se eleva al cielo desde la tierra, desde el mar, desde toda la creación que gime y sufre. El Papa Francisco está convencido de «que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre» (LD 2). El Día mundial de la pesca es una ocasión propicia para responder a su llamamiento.

      Las comunidades de pescadores se encuentran en una situación de sufrimiento en muchas partes del mundo. Subsisten una serie de problemas de carácter económico y de competencia desleal, que representan una amenaza para la supervivencia del oficio, sobre todo para aquellos barcos pesqueros que son propiedad de una familia. A menudo, no existe un relevo generacional y sufren la crisis climática que hace que el ambiente marino sea más frágil y precario. El Papa Francisco, con Laudato si’, nos ayudó a razonar con el paradigma de la ecología integral. Estamos así llamados a salvaguardar el medio ambiente y los puestos de trabajo, el mar y las comunidades de pescadores.

       Cada vez que concebimos estos mundos como realidades alternativas e inconexas, traicionamos el equilibrio que custodia la vida del hombre en el planeta. Vivimos un cambio de época: en pocas décadas, hemos pasado de una sensibilidad totalmente centrada en el tema del trabajo, al riesgo de una cultura que se olvida de las personas y de cómo los pescadores son los custodios del mar. La sensibilidad ecológica es importante para la protección de la calidad de las capturas y para el cuidado de los mares y de los océanos. La pesca que destruye el ecosistema marino va en detrimento del trabajo de los pescadores, que saben muy bien lo importante que es el cuidado del mar para que su negocio pueda tener un futuro. En los últimos meses, muchos factores están poniendo en peligro la pesca artesanal, favoreciendo a quienes explotan la mano de obra y actúan con injusticia, llevando a veces a los mercados, pescado capturado en ambientes insalubres y por trabajadores mal pagados. Como recuerda el Papa Francisco, «el agotamiento de las reservas ictícolas perjudica especialmente a quienes viven de la pesca artesanal y no tienen cómo reemplazarla» (LS 48).

         La pesca es el trabajo que practicaban los primeros discípulos. El evangelista Juan relata la pesca milagrosa como una experiencia de encuentro con Jesús Resucitado (Jn 21,1-14), que se acercó a los discípulos decepcionados por su muerte en la cruz. Éstos ya habían vuelto al lago de Tiberíades, retomando sus oficios. Tras una noche de fracasos, el Resucitado les reveló su poder: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». Pedro y los demás confiaron en Él y la captura superó todas las expectativas: ciento cincuenta y tres peces grandes. Ni siquiera las redes se rompieron. Los discípulos aprendieron así a tener esperanza. Hoy todos seguimos necesitando a los pescadores: ellos atesoran un acto de fe que se repite cada vez que echan sus redes al agua. La pesca, de hecho, no depende sólo de la habilidad humana, sino también de las condiciones del mar y de la providencia de Dios. El trabajo de la pesca es cada noche un renovado acto de confianza: nos ayuda a comprender el valor de la fe.

       El Día mundial de la pesca nos impulsa a rezar por los pescadores y por sus familias. Les damos las gracias por su trabajo valioso: son centinelas de equilibrios delicados y posibles pioneros de la ecología integral. La suya, es una actividad fatigosa, desgastadora, que a menudo no goza de pleno reconocimiento social. Damos las gracias por el cuidado con que muchos de ellos mantienen el mar limpio de plásticos y materiales contaminantes: el Papa Francisco lo ha mencionado en numerosas ocasiones. Además, la pesca alimenta a muchas poblaciones en todo el mundo. También por esta razón necesitamos que el gesto de echar las redes se renueve cada día, aunque con profundo respeto por la generosidad de la creación. Debemos contrarrestar la prepotencia de los fuertes que amenaza la labor de los honrados y la biodiversidad marina: «Necesitamos repensar entre todos la cuestión del poder humano, cuál es su sentido, cuáles son sus límites. Porque nuestro poder ha aumentado frenéticamente en pocas décadas. Hemos hecho impresionantes y asombrosos progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia» (LD 28).

        Queridos pescadores, su fe simple es una riqueza para la Iglesia que está viviendo un tiempo de Sínodo. Ustedes construyen la Iglesia, uniendo cada día fe y trabajo. En sus embarcaciones se multiplican hermosos testimonios de diálogo interreligioso y de convivencia entre los pueblos. Desde los primeros siglos, el barco ha sido la imagen más utilizada para describir a la Iglesia, una comunidad que viaja por el mar de la historia entre tempestades, marejadas y bonanza. Que les sirvan de estímulo las palabras del Papa Francisco, que nos recuerda a todos: «La vida humana, la inteligencia y la libertad integran la naturaleza que enriquece a nuestro planeta y son parte de sus fuerzas internas y de su equilibrio» (LD 26).

       Con inteligencia y libertad cuiden, junto con la Iglesia, a esta humanidad. Como custodios del mar y trabajadores honrados, ayuden a la Iglesia a no cansarse de echar sus redes, para hacer de la humanidad una familia de hermanos y hermanas; de la tierra, del cielo y del mar, una nueva creación.

 Card. Michael Czerny S.J. Prefecto

 

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