A propósito de las circunstancias que afectan a la gente
de mar a causa del Coronavirus y de las voces que internacionalmente se han
alzado.
Ricardo
R. Martos
El día 1 de mayo, a petición de diversas
asociaciones internacionales de capitanes de la marina mercante y de armadores,
así como con el apoyo de la International Chamber of Shipping (ICS) y de la
International Transport Federation (ITF), en muchos p uertos del mundo
los barcos hicieron sonar sus sirenas en reconocimiento a la contribución que
la gente de mar hace a nuestra sociedad y de una manera especial en este
momento tan difícil debido al COVID-19. A
nivel de España, tanto Puertos del Estado como ANAVE, se sumaron a ese
reconocimiento a la gente de mar.
Previamente,
el 19 de marzo, las ya mencionadas International Chamber of Shipping e
International Transport Federation habían dirigido conjuntamente una carta
abierta a las Naciones Unidas, pidiendo que se facilitaran los cambios de
tripulaciones, se considerara a los marinos trabajadores clave y se aseguraran
los servicios de bienestar en puerto.
El día 20 de marzo la International
Christian Maritime Association (ICMA) , se dirigía también a las Naciones
Unidas, respaldando el escrito antes mencionado.
Por su parte, el Lloyd's List Shipping
Podcast (How to help shipping’s stranded seafarers) de 9 de abril, advertía:
“Dado que las compañías navieras continúan posponiendo el intercambio de
tripulaciones y extendiendo los contratos de trabajo como única forma de
superar las restricciones de cuarentena y de los viajes por coronavirus, la
industria tiene una bomba de relojería en sus manos. No se equivoquen: la
fatiga entre la gente de mar traerá consigo inevitablemente más accidentes en
el mar. “
Por su parte la OMI publicó el 27 de marzo la Circular Letter
No.4204/Add.6 en la que entre otras cosas se decía: "Se recomienda a los
gobiernos y autoridades nacionales relevantes que designen a la gente de mar
profesional y al personal marino, independientemente de su nacionalidad cuando
se encuentren en su jurisdicción, como trabajadores clave que prestan un servicio
esencial…”
Y,
con fecha 5 de mayo, la Circular Letter No.4204/Add.14 , decía: “Las compañías
navieras y las aerolíneas están cooperando para cumplir con esta prioridad al
garantizar que las operaciones fiables puedan continuar durante la pandemia de
la enfermedad por coronavirus (COVID-19). Sin embargo, estas redes se detendrán
si no se puede disponer de tripulaciones de relevo en los barcos debido a la
falta de vuelos disponibles y a otras restricciones que afectan a los viajes y
a la circulación de dichas tripulaciones. Esta situación crítica adquiere cada
vez más una dimensión humanitaria para aquellas tripulaciones que ya han pasado
muchos meses en el mar y que es necesario repatriar a sus países de origen y
reemplazar urgentemente…”
Hay pues una unánime opinión de que la
gente de mar debe ser considerada trabajadores clave, que se debe asegurar que
puedan ser repatriados para disfrutar de las vacaciones que les corresponden y
que puedan ser relevados por otras tripulaciones que puedan acceder al barco.
Huelga decir el papel crucial del sector marítimo para la macroeconomía y su
repercusión en las economías domésticas.
Sin embargo, nos topamos con la cruda realidad de tripulantes que han
sobrepasado ampliamente los períodos de contrato y que siguen a bordo porque no
pueden ser desembarcados.
Problema aparte es el de los barcos de cruceros, que, no pudiendo
operar, están fondeados por todo el mundo, con numerosos tripulantes a bordo,
viviendo situaciones de gran ansiedad, porque no se les permite desembarcar o
porque se encuentran bloqueados en distintos puertos porque sus países tienen
las fronteras cerradas.
Es evidente que nos hallamos ante unas circunstancias inéditas,
inimaginables, pero ¿no se pueden buscar soluciones especiales para gente
especial?
Vayamos a otro apartado: el de los servicios de bienestar en puerto. Con
motivo de la actual situación se vuelve a hablar de su necesidad. Conviene
recordar que la OIT de manera clara y explícita a través de su convenio 161
(1987) y posteriormente del MCL 2006, ya estableció que los Estados firmantes
debían ocuparse de que en los puertos de cierta importancia hubiera servicios
de bienestar para los marinos. Y ¿qué ocurre en la práctica? Pues que en muchos
puertos importantes tales servicios brillan por su ausencia y que allá en donde
los hay, en su inmensa mayoría son ofrecidos por entidades privadas, sin ánimo
de lucro, mayoritariamente de iglesias cristianas, que deben luchar por su
supervivencia económica para lo cual dependerán frecuentemente de la
sensibilidad de la comunidad portuaria local.
Resulta
necesario que se tome en serio el considerar a la gente de mar como
trabajadores esenciales.
Urge que se cumplan los convenios y recomendaciones internacionales en lo
que hace referencia a las necesidades humanas de las tripulaciones y que se
adopten las medidas oportunas para que los tripulantes que deben desembarcar
puedan llegar a sus hogares y se destinen los recursos necesarios para que la
gente de mar disponga en puerto de los servicios que requiere Stella Maris Barcelona
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