martes, 12 de mayo de 2020

P. Xavier Sánchez Erauskin y Terranova


UN “TERRÍCOLA”INFILTRADO EN EL MUNDO DE LA MAR


     No soy un auténtico “hombre de Terranova”. Nunca lo fui. Y no por mi condición de ser de Vitoria- Gasteiz (tierra adentro hubo siempre mucho enrolado en las tripulaciones), sino por “infiltrado” en un ambiente que no era el mío. Para empezar, “un cura en Terranova”. Debo explicarme. Estuve trece años en el seminario-universidad de Comillas, con un panorama abierto a la mar cantábrica. Allí me enganché a la academia del Apostolado del Mar.

 Algunos aprovecharíamos las vacaciones para conocer de cerca la vida en los puertos y la labor asistencial a los marinos de los Clubs “Stella Maris” de Vigo, Bilbao y Barcelona. Ordenado cura el año 1962 embarqué en el puerto de Santander en un mercante, el Sierra Blanca de la Marítima del Nervión. En mi libreta de navegación constaba mi rol de “camarero” en dicho buque.

      Fue una travesía con carga y descarga en Amberes y Rotterdam desde el puerto de Santander. Sería mi primera y dura experiencia de “pato mareado”, en el canal de la Mancha y el Mar del Norte. Llevé muy mal el oleaje y temporales. Iba de incógnito de mi verdadera condición (solo el capitán del buque estaba en el ajo) con idea de no poner barreras añadidas a mi bautismo marítimo. A bordo me conocían como “el estudiante”, trabajaba en un trabajo sociológico sobre la vida en la mar. Mi secreto, sin embargo se rompería estrepitosamente en Rotterdam. Allí me descubrieron. Con otros compañeros de a bordo habíamos salido a dar una vuelta por los muelles. En nuestros correteos, aterrizamos en el Club “Stella Maris”, el más importante y conocido de Europa. Estando en el bar les comenté que quería saludar en su despacho al famoso y controvertido Padre Adriano, capellán del Club. Me invitó, ya que llevaba diez días sin poder celebrar misa, a hacerlo privadamente en la capilla del Club. Estaba acabando cuando se abrió la puerta y aparecieron mis compañeros que me buscaban por toda la casa. Se quedaron de una pieza, después indignados. –“Nos has engañado... eres un traidor, un infiltrado espía de los curas…”–. Tenían razón de enfadarse, pero acabaron entendiendo, mal quebien, mis explicaciones y motivos: que “quería conocer desde dentro y sin cortapisas, como uno más, el mundo de la mar al que me iba a dedicar…“. Sellamos con unas cervezas en el bar nuestro entendimiento y siguieron llamándome “el estudiante”. En todo caso mantuve también mi condición de“pato mareado” hasta el desembarque en Santander.

     Mi suerte de ir a Terranova se decidió en el mismo Santander donde eventualmente colaboraba en el Club del Poblado de Pescadores. En Marzo de 1962, desde la isla de Saint-Pierre, el Administrador Apostólico y el Vicecónsul de España, habían pedido al Apostolado del Mar español el envío de un capellán que estudiase “in situ” la atención a los pescadores que recalaban en la isla, cada vez más numerosos. Aquel mismo verano, el capellán del Club “Stella Maris” de Santander, Guillermo Altuna, en viaje relámpago en avión, conseguía en tiempo record (mes y medio) poner en marcha un Club en Saint-Pierre. En setiembre el sacerdote guipuzcoano Alberto Gárate lo mantuvo por tres meses. Al final de ese periodo, Gárate decidió no volver. Yo seguía en el puerto de Santander y Altuna me convenció para que llenase esa baja inesperada. Cambiaba mi futuro; de mi previsto trabajo en el mundo de la mercante, al casi desconocido de la pesca.

SÁNCHEZ ERAUSKIN, Xabier: “Terranova y Saint Pierre
en la década dorada de las parejas: Recuerdos y experiencias de un superviviente (1963-1970)”,
Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 8, Untzi Museoa-Museo
Naval, Donostia-San Sebastián, 2016, pp. 481-516.

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