Escuchar, “vuestro servicio a
marineros y pescadores”
Hoy, 27 de
junio de 2019, el Santo Padre se reunió en audiencia con los participantes en
el encuentro de capellanes y voluntarios de Stella Maris- Apostolado
del Mar, las personas que trabajan en los puertos europeos y están al servicio
de la gente de mar y de los pescadores.
Después de
la escucha, el Papa exhortó a los miembros de este apostolado marítimo a la
acción, a esforzarse para abordar los problemas que estas personas enfrentan:
“Pienso en la trata de seres humanos, el trabajo forzado y la violación de los
derechos humanos y laborales de tantos hombres y mujeres que viven y trabajan
en los mares. Con vuestro servicio podéis contribuir a devolver a estas
personas el sentido de su dignidad”.
Con más del
noventa por ciento del comercio mundial que transportan barcos de todo
tipo, la dependencia de nuestra sociedad de la industria marítima es
indiscutible. Sin la gente de mar, la economía mundial se detendría; y sin los
pescadores, muchas partes del mundo sufrirían de hambre. Quisiera que mi
aprecio y mi aliento llegasen a los marineros y pescadores que
encontráis, muchos de los cuales trabajan por largos períodos, a miles de
kilómetros de su país y de sus familias.
Papa Francisco a los capellanes y voluntarios de ‘Stella Maris’
Apostolado del mar
(ZENIT- 27
junio 2019).- “Vuestro servicio a los marineros y pescadores es, sobre todo,
escucharlos, escuchar sus preocupaciones materiales y espirituales. ‘La escucha
nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la
tranquila condición de espectadores'” (Exhortación Apostólica Evangelii
gaudium, 171), expuso el Papa Francisco.

Según señaló
el Papa en su discurso, el apostolado de Stella Maris está
presente en más de 300 puertos del todo el mundo y ofrece asistencia espiritual
y material a marineros, pescadores y sus familias.
El
Pontífice resaltó la importancia de la industria marítima y la gente del mar
para la economía y el sustento de la sociedad mundial y pidió a los presentes
que transmitieran a pescadores y marineros “mi aprecio y mi aliento”.
Asimismo,
describió que la vida de estos profesionales está marcada por el aislamiento y
la lejanía y también por el abuso y la injusticia (traficantes de personas,
chantajes de trabajo forzoso, salarios no cobrados, abandono en puertos lejanos),
por los peligros de la naturaleza y por los ataques de la piratería y del
terrorismo.
Es por ello
que los capellanes y voluntarios de Stella Maris en sus visitas a los barcos
deben dirigirse a estas personas “con compasión y discreción, les dais la
oportunidad de abrir sus corazones, y esto es lo primero, muy valioso,
especialmente para las personas que tienen muy pocas oportunidades de hacerlo”,
explicó Francisco.

Igualmente,
el Obispo de Roma subrayó que la labor de Stella Maris puede
ayudar a las personas a no rendirse y a mantener la esperanza: “vuestra
presencia en los puertos, tanto grandes como pequeños, debería ser en sí misma
un recordatorio de la paternidad de Dios y del hecho de que ante Él todos somos
hijos y hermanos; una referencia al valor primario de la persona humana antes y
por encima de cualquier interés; y un incentivo para todos, comenzando
por los más pobres, a esforzarse por la justicia y el respeto de los derechos
fundamentales”, dijo.
Por último,
el Santo Padre, antes de terminar, pidió a los sacerdotes que atienden las
almas de estos profesionales del mar: “Sed misericordiosos, sed
misericordiosos. Y para favorecer esta misericordia, concedo a todos los
capellanes de los marineros las mismas facultades que concedí a los Misioneros
de la Misericordia. Así, podréis ayudar a que haya paz en tantos
corazones”.
A
continuación se expone el discurso completo del Papa Francisco.
Discurso del Santo Padre
Queridas hermanas y hermanos,
Os recibo
con alegría y doy las gracias al cardenal Turkson por sus palabras y por
haberme presentado a vosotros, directores nacionales, capellanes y voluntarios
de Stella Maris – Apostolado del Mar, con motivo de la reunión
celebrada aquí en Roma en los últimos días. Os doy la bienvenida a todos
y confío en que el encuentro haya sido fructífero.
Vuestro
encuentro ha reunido a capellanes y voluntarios que trabajan en los puertos
europeos al servicio de la gente de mar y de los pescadores, que con su arduo
trabajo nos traen los productos que necesitamos todos los días. El apostolado
de Stella Maris está activo en más de 300 puertos en todo el
mundo para ofrecer asistencia espiritual y material a muchos marineros,
pescadores y a sus familias dispersas en tantos lugares.

La vida del
marinero o del pescador está marcada no solo por el aislamiento y la lejanía. A
veces también está herida por vergonzosas experiencias de abuso e
injusticia, por la insidia de los traficantes de personas; por el
chantaje del trabajo forzoso. Otras veces, no reciben el salario que se les
debe o son abandonados en puertos lejanos. Además de los peligros de la
naturaleza -tormentas y huracanes-, deben hacer frente a los de los
hombres, como la piratería o los ataques terroristas. Surcan los océanos
y los mares del mundo, desembarcan en puertos donde no siempre son bienvenidos.
Como
capellanes y voluntarios de Stella Maris, se os ha encomendado la
misión de estar presentes para llevar la Buena Nueva del Señor al heterogéneo
mundo marítimo. Vuestras visitas diarias a los barcos hacen posible que
conozcáis a la gente del mar en su realidad concreta, a veces serena, a veces
inquieta, a veces angustiosa. Entonces, con compasión y discreción, les dais la
oportunidad de abrir sus corazones, y esto es lo primero, muy valioso,
especialmente para las personas que tienen muy pocas oportunidades de hacerlo.
Vuestro servicio a los marineros y pescadores es, sobre todo, escucharlos,
escuchar sus preocupaciones materiales y espirituales. “La escucha nos ayuda a
encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila
condición de espectadores.” (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 171).
La escucha,
luego, lleva a la acción. Por lo tanto, os exhorto así como a todos los
capellanes y voluntarios de Stella Maris a redoblar vuestros
esfuerzos para abordar los problemas que con demasiada frecuencia son el
resultado de la codicia humana. Pienso en la trata de seres humanos, el trabajo
forzado y la violación de los derechos humanos y laborales de tantos hombres y
mujeres que viven y trabajan en los mares. Con vuestro servicio podéis
contribuir a devolver a estas personas el sentido de su dignidad.
También
gracias a vosotros, las personas más vulnerables pueden reencontrar la
esperanza de un futuro mejor. Vuestro esfuerzo puede ayudarlas a no rendirse
ante una vida precaria y a veces marcada por la explotación. Vuestra presencia
en los puertos, tanto grandes como pequeños, debería ser en sí misma un
recordatorio de la paternidad de Dios y del hecho de que ante Él todos somos
hijos y hermanos; una referencia al valor primario de la persona humana antes y
por encima de cualquier interés; y un incentivo para todos, comenzando
por los más pobres, a esforzarse por la justicia y el respeto de los derechos
fundamentales. Recordemos que ” Los hombres renovados por el amor de Dios son
capaces de cambiar las reglas, la calidad de las relaciones y las estructuras
sociales: son personas capaces de llevar paz donde hay conflictos, de construir
y cultivar relaciones fraternas donde hay odio, de buscar la justicia donde
domina la explotación del hombre por el hombre. Sólo el amor es capaz de
transformar de modo radical las relaciones que los seres humanos tienen entre
sí (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 4).
Queridos
hermanos y hermanas, os exhorto a proseguir con entrega y perseverancia
vuestro apostolado, siguiendo los buenos ejemplos de los muchos que os han
precedido. En efecto os encamináis a celebrar el próximo año, el centenario
de Stella Maris, con el 25º Congreso Mundial en Glasgow, Escocia,
donde nació esta misión de la Iglesia en los corazones y las acciones de
algunos laicos. El centenario será una oportunidad para recordar, para
discernir el presente y trazar el futuro. El Papa Pío XI quiso que el
apostolado Stella Maris extendiera su misión a los océanos y
las costas de todos los continentes. El Espíritu Santo, a través de la
intercesión de María Estrella del Mar, renueve este servicio pastoral de
acuerdo con las necesidades de nuestro tiempo.
Y antes de
terminar, me gustaría decir una palabra sobre la paz de los corazones. Tantos
marineros se acercarán a los capellanes, a los sacerdotes, con problemas de
conciencia que los hacen sufrir mucho y de los que nunca han tenido la
oportunidad de hablar, en esas circunstancias, lejos de casa, lejos de la
patria, y en aquellas situaciones que hemos descrito Tal vez un diálogo con el
capellán abra horizontes de esperanza. Me gustaría deciros: sed
misericordiosos, sed misericordiosos. Y para favorecer esta misericordia,
concedo a todos los capellanes de los marineros las mismas facultades que
concedí a los Misioneros de la Misericordia. Así, podréis ayudar a que
haya paz en tantos corazones.
Os imparto
de corazón la bendición apostólica y os ruego que la llevéis a las personas que
encontréis. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias © Librería Editorial Vaticana
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